jueves, 5 de agosto de 2010

AUTOESTIMA

Para alcanzar un buen nivel de autoestima, debemos descubrir nuestra IDENTIDAD. ¿Quién soy yo?, ¿Qué soy? y mas importante y decisivo aun, ¿Qué quiero ser?.

Ya sea consiente o inconsciente, todos albergamos opiniones y emociones respecto a nosotros mismos: seguridad o inseguridad, confianza o desconfianza, fe en nosotros mismos y nuestros proyectos o falta de entusiasmo. Todos esos elementos dependen directamente del nivel de autoestima que tenemos desarrollado.

Todo ello incide en la forma en que miramos las cosas, en como aprovechamos las oportunidades que la vida nos ofrece y en la manera en que nos relacionamos con los demás.

Con una autoestima saludable, nos hacemos cargo de nuestra propia vida y asumimos una actitud responsable y activa en la búsqueda de nuestras propias metas.

DEFINICION DE “LA AUTOESTIMA”:

Algunos usan la palabra “estima” en el sentido de “aprecio, cariño, y vinculan la autoestima al conjunto de emociones y sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos. Este enfoque explica la autoestima como uno de los componentes de los “auto esquemas” o “auto sistemas” (Walter Riso).

En la misma línea, otros autores la definen como el sentimiento personal que surge de la satisfacción o insatisfacción alcanzada por la forma en que vamos logrando el sexito en la consecución de las metas que nos habíamos propuesto (William James).

Hay quienes la relacionan a procesos valorativos, vinculados a nuestras opiniones y juicios, así como a procesos subjetivos y conciénciales que se dan la mayoría de las veces de forma inconsciente dentro de nosotros mismos.

Nathaniel Branden la relaciona con la conciencia, y la define como la disposición a considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse merecedor de la felicidad. También con la reputación que llegamos a tener con respecto a nosotros mismos. Según Branden, la autoestima tendría dos componentes: El sentido de eficacia personal y el respeto a uno mismo.

Coopersmith afirma que es la evaluación aprobatoria o desaprobadora que una hace sobre si mismo continuamente.

¿QUÉ ES LA IDENTIDAD?

Desde la adolescencia, todo hombre y toda mujer descubren su propia existencia. Y surge la necesidad de satisfacer las viejas preguntas que se ha hecho la humanidad desde los albores de los tiempos. ¿QUÍEN SOY? ¿QUÉ SOY? ¿DE DÓNDE VENGO? ¿ADÓNDE VOY? ¿CÚAL ES MI PAPEL EN LA VIDA? ¿QUÉ SENTIDO TIENE MI EXISTENCIA?

Ya Sócrates nos recordaba el viejo precepto del frontispicio del templo de Delfos en Grecia:

Conócete a ti mismo y conocerás el universo.

Precisamente la identidad es la compleja respuesta a la eterna pregunta humana “¿QUÍEN SOY?” Anita E. Woolfolk indica que la identidad se refiere a la organización de la conducta, habilidades, creencias e historia del individuo en una imagen consiente de si mismo. Esto implica elecciones y decisiones deliberadas con respecto de la vocación y de una “filosofía de la viada”



Diana E. Papalia y Sally W. Olds explica que la búsqueda de la identidad es una búsqueda de toda edad adulta. Erikson enfatiza que este esfuerzo por encontrar un sentido de si mismo y del mundo es un proceso sano y vital que contribuye a la fuerza del ego del adulto. Los conflictos que involucran el proceso sirven para estimular el crecimiento y el desarrollo.

Asi para alcanzar un buen nivel de autoestima, debemos antes que nada descubrir nuestra identidad. La primera pregunta que debemos contestarnos con franqueza es ¿QUÍEN SOY YO ? ¿QUÉ SOY?, y mas importante y decisivo aun, ¿QUÉ QUIERO SER?.


LA IMPORTANCIA DE LA “IMAGEN”:

En 1968, los psicólogos Robert Rosenthal y Leonore Jacobson demostraron que las expectativas que los profesores tienen de sus estudiantes –aunque estos desconozcan dichas expectativas-, son determinantes en la mayoría de los casos para el logro de las metas y aspiraciones de estos, en lo que se llamo el “Efecto Pigmalión”. Redescubrieron lo que ya enseñaba la filosofía tradicional: en el proceso de llegar a ser, son mas importantes nuestras expectativas respecto al futuro que el recuerdo de nuestro pasado.



Como señala Branden, la identidad, auto sistema o autoestima crea un conjunto de expectativas acerca de lo que es posible o apropiado para nosotros. Estas expectativas tienden a generar acciones que se convierten en realidades. Y las realidades confirman y reafirman las creencias originales. La autoestima –alta o baja- tiende a generar las profesias que se cumplen por si mismas.

Tales expectativas pueden existir en la mente como visiones del subconsciente sobre nuestro futuro. El psicólogo educacional Paul Torrance, al analizar la evidencia científica acumulada, afirma que nuestras asunciones implicadas acerca del futuro afectan decisivamente a la motivación. De hecho, la imagen del futuro de una persona puede pronosticar mejor lo que consigna del futuro que sus actuaciones del pasado.

PROBLEMAS DE LA BAJA AUTOESTIMA:

Los problemas de baja autoestima mas serios surgen de la adopción de una falsa identidad, de una afirmación exterior por oposición a la afirmación interior. Ejemplos:

Afirmación centrada en nosotros mismos. Un factor que podría jugar un papel en el deterioro temporal de la autoestima es un bajo nivel de autoconciencia o autovaloración, debido a la inquietud infundada respecto de la opinión o aprecio hacia si mismo por parte de los demás.

Tendemos a vernos a nosotros mismos o a sentir respecto de nosotros mismos según como pensamos que nos ven o nos estiman los demás (aclaramos que habrá situaciones en las que la opinión o valoración externa sea relevante, tal como puede ser la que de nuestra eficacia pueda hacer nuestro jefe).

Se busca entonces afanosamente agradar a los demás, a fin de mejorar la imagen o estima que de nosotros tienen. En casos extremos, es causa del llamado “vampirismo emocional”.

Comparación social. Desde niños, y ya adultos, evaluamos nuestras capacidades, al menos en parte por comparación con las de los demás. En algunos casos puede ser necesario y hasta positivo, si lo hacemos buscando un referente externo para comprendernos mejor a nosotros mismos y para evaluar las cosas que estamos haciendo. Pero si lo hacemos con el propósito de valorarnos por comparación con los demás, sentirnos bien si los demás parecen peores que nosotros, o sentirnos mal si los demás parecen mejores que nosotros, se constituye en una afirmación negativa centrada fuera de nosotros mismos. En casos extremos, nos lleva a denigrar regularmente a las personas que conviven con nosotros.